viernes, 20 de febrero de 2015


“¡Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis!”


“Os aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mc 10, 15).
Recibir el Reino de Dios como un niño significa recibirlo con corazón puro, con docilidad, abandono, confianza, entusiasmo, esperanza. Todo esto nos recuerda el niño. Todo esto hace al niño precioso a los ojos de Dios y a los ojos del verdadero discípulo de Jesús.
Por el contrario, ¡qué árida se vuelve la tierra y qué triste el mundo cuando esta imagen tan bella, este icono tan santo, es pisoteado, quebrado, ensuciado, abusado, destruido! Sale del corazón de Jesús un grito de profundo eco: “¡Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis!” (Mc 10,14). No seáis tropiezo en su camino hacia mí, no obstaculicéis su progreso espiritual, no dejéis que sean seducidos por el maligno, no hagáis de los niños el objeto de vuestra impura codicia.

“GRACIAS SEÑOR POR TU BONDAD”

¿Cómo pagaré al Señor
Todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
Invocando su nombre.

 














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