“¡Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis!”
“Os
aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mc 10, 15).
Recibir el Reino de Dios como un niño
significa recibirlo con corazón puro, con docilidad, abandono, confianza,
entusiasmo, esperanza. Todo esto nos recuerda el niño. Todo esto hace al niño
precioso a los ojos de Dios y a los ojos del verdadero discípulo de Jesús.
Por el contrario, ¡qué árida se
vuelve la tierra y qué triste el mundo cuando esta imagen tan bella, este icono
tan santo, es pisoteado, quebrado, ensuciado, abusado, destruido! Sale del
corazón de Jesús un grito de profundo eco: “¡Dejad
que los niños vengan a mí y no se lo impidáis!” (Mc 10,14). No seáis
tropiezo en su camino hacia mí, no obstaculicéis su progreso espiritual, no
dejéis que sean seducidos por el maligno, no hagáis de los niños el objeto de
vuestra impura codicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario